martes, 12 de febrero de 2019

CUENTO: ¿TE BLOQUEAS? PUES DESBLOQUÉATE

                                          ¿TE BLOQUEAS? PUES DESBLOQUÉATE.

  Carolina era una estudiante de 18 años que soñaba con ser escritora. Era una niña jovial y alegre. Le encantaba hablar con toda clase de gente, pero sobre todo escuchar. Y tenía una carita redondeada, rematada por unos enormes ojos negros de largas pestañas, que daban ganas de comérsela, como suele decirse. Una chiquilla que se hacía querer.  Cada vez que se ponía a hablar con una persona, absorbía todo lo que le contaba como una esponja. Leía mucho. Todo aquello que caía en sus manos. Aquella chiquilla se atrevía con todo, ya fueran Cervantes, Lope o Quevedo. De ahí saltaba a Conan Doyle o Agatha Christie. Pasando, desde luego, por Perrault, los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen o Gloria Fuertes. Y de allí, a lo mejor daba otro salto hasta Homero o Platón, si hacía falta. Tampoco le hacía ascos a una buena historieta de Tintín, Asterix, Batman, El Capitán Trueno o El Jabato. Todo aquello lo sacaba de la biblioteca de su padre, la cual se conocía al dedillo. Y no leía cada obra ni una ni dos ni tres veces, sino siempre que se le presentaba la ocasión. Devoraba toda clase de libros e historias con avidez y, después, abordaba a cualquier persona que pudiera compartir impresiones con ella sobre aquella infinidad de Universos que le presentaban esas obras o que pudiese ayudarla a comprender conceptos, personajes, momentos, sensaciones, estilos… Era una persona con un hambre insaciable de conocimientos y gusto por la cultura.
  
  Le gustaba mucho escribir cuentos e historias cortas, las cuales, cuando era más pequeña e iba a la escuela, le entregaba a su maestra para que se las leyera en voz alta a toda la clase, pues a ella le daba mucha vergüenza. Aunque, de alguna forma, no se sentía del todo complacida con lo que escribía. Desde luego, la maestra accedía de buen grado, pues aquella chiquilla era algo fuera de lo común, a pesar de que sus cuentos fuesen los propios de un niño de su edad. Además, la niña mostraba ciertos signos y detalles, como el querer añadir cosas a sus cuentos. Luego estaba el entusiasmo que ponía. También dibujaba personajes y paisajes para complementarlo de alguna forma. Fue creciendo y compaginaba sus estudios con la lectura y la escritura, aunque entonces, ya no veía la ocasión propicia para mostrarle sus escritos a nadie que no fuera ella misma, con lo que empezó a sentirse bloqueada, por así decirlo. Sentía miedo de lo que la gente pudiera decir de ella y sus escritos. Pero tampoco se atrevía a pedir ayuda para que alguien la asesorara con respecto a dónde podía publicar y compartir lo que escribía. Algo había cambiado en su interior y aquello la hacía sentir muy deprimida.
  
  Un día, se armó de valor y decidió afrontar sus miedos escribiendo un relato con la primera idea que se le vino a la cabeza. Comenzó con frases cortas y fue añadiendo más ideas a medida que le iban viniendo a la cabeza. Sentía que no podía, pero aún así, continuó. Lloró y pataleó y al final quiso rendirse, pero tenía que seguir. Acabó agotada, pero cuando creyó que había terminado, decidió publicarlo en varias plataformas que había descubierto por Internet y en su perfil de Facebook. Miró a través de la ventana de su habitación y vio que era de noche. Se acostó en su cama y se quedó dormida.

  Al día siguiente se despertó apresuradamente y corrió a su ordenador, por ver si alguien había reparado en su obra o le habían escrito algo. Vio que tres personas habían leído su cuento y no supo cómo sentirse, aunque ya había dado un paso adelante, lo cual no es poco.
  
  Quiso continuar de inmediato con aquello. Sentía que necesitaba escribir a como diera lugar, pero no sabía el qué. Le dio vueltas y más vueltas a la página en blanco, mas nada se le ocurría que pudiera ser interesante. Lloró amargamente. Otra vez estaba bloqueada.
  Acudió a clase y apenas prestó atención a las explicaciones de los profesores ni a cuanto le rodeaba.
Al llegar a casa, después de las clases, encontró a su padre en un cuarto que hacía las veces de estudio y de despacho, pues el padre de Carolina era abogado y bastante bueno, además.

  Muy apenada, le contó todo lo que le había pasado y de cómo se sentía, con todo lujo de detalles. Le habló acerca de su bloqueo. A lo cual, su padre, sonrió meneando la cabeza y le enjugó una lagrimilla con el dedo pulgar, que iba corriendo por su mejilla.

 -¿Te bloqueas?- preguntó el padre. –Pues desbloquéate.
 - No puedo. – respondió ella, tratando de aguantar las lágrimas.
 - ¿Cómo no se va a poder? Pues claro que sí se puede.

  Dicho lo cual, su padre habló así:

  “El día en que naciste fue sin duda el más feliz de mi vida, pero también fue el más aterrador, en el sentido en que, yo mismo; y tu madre más aún, también nos sentimos bloqueados en muchos momentos. Sentíamos miedo de que algo saliera mal. Yo estaba agitadísimo por ver a tu madre pasar aquellos terribles dolores, por no saber qué hacer para consolarla o ayudarla y darle ánimos de forma efectiva. Y, estando ya en el paritorio, antes de que tu cabecita asomara, pareció que no querías salir de donde estabas, que te bloqueabas. Tu madre chillaba y sollozaba. Hubo un momento, entre lágrimas y sudores, que me dijo que no podía. Aterrado como estaba, yo no acerté más que a secarle el sudor de la frente y las lágrimas con el pulgar, tal como hice contigo antes. Le dije que cómo no iba a poder, si ella podía con todo. No sabía qué hacer. Éramos muy jóvenes y padres primerizos, de añadidura. Nos sentíamos bloqueados ante lo que desconocíamos. Así que, cogiendo su mano muy fuertemente, traté de infundirle ánimos lo mejor que pude. Después vinieron el médico y las enfermeras, me hicieron salir de la sala y yo me apoyé contra la pared,  como queriendo escuchar a través de ella. Estaba pálido, me temblaban las piernas y a punto estuve de echarme a llorar. Finalmente, al cabo de unos minutos que me parecieron eternos, salió una enfermera y allí estabas. Vaya si pudimos.”

  Hizo una pausa y rebuscó en su cartera de piel, como si quisiera enseñarle algo a su hija. Después, prosiguió:

  “Ahora estoy trabajando en el caso de un joven de 24 años que, durante una discusión con su novia, terminó por propinarle una bofetada en la mejilla. Lo cierto es que el muchacho lo tiene crudo. Todo está en su contra, pues hay testigos que dicen haberles oído discutir a ambos muchas veces; que él era el que más gritaba y que era de esperarse una cosa así. Y yo tengo que defenderle. Pero aunque todo esté en su contra y en la mía, como abogado suyo; ni mucho menos voy a decir que no se puede y a quedarme bloqueado. Es un muchacho peculiar. Le gusta leer y parece ser que también escribe alguna cosa. Le gusta la música clásica y cuidar de sus mascotas. Sospecho, aunque no quiere decírmelo, que ha recibido alguna clase de maltrato por parte de alguien. Es muy rebelde y propenso a la depresión. Y parece que siente miedo de mostrar lo que piensa o siente. Está a la defensiva, las más de las veces. Pero yo no voy a parar hasta levantar ese bloqueo suyo y descubrir la verdad. Lo defenderé tanto como pueda, aunque desde luego se merece un castigo. Pero yo he de tratar que sea lo más, digamos, tenue posible. Y que aprenda del ejemplo, si es que quiere aprender, claro. Sospecho además, que ese muchacho ha sufrido mucho, que se toma las cosas de forma harto dramática y las guarda para sí, hasta que  estalla. Al menos se le ve arrepentido. Es lo que he sacado en claro hasta ahora y ¡vaya si le pienso  sacar más!”
  
  Carolina se limitaba a guardar silencio, mientras se esforzaba en captar qué era lo que su padre trataba de decirle con todo aquello; mientras que él, continuó con su discurso:
  
  “Ya que te has bloqueado te daré una idea, por si pudiera servirte. Podrías escribir una especie de historia que trate sobre la misma que ya has publicado. Podrías tratar de contar qué te llevó a escribirla, en primer lugar. También puedes tratar de describir qué sentías o pensabas antes de escribirla y a medida que ibas avanzando en su desarrollo. Tú escribe, aunque sólo sea por escribir y escribe cualquier cosa, por absurda que te pueda parecer. No te rindas. No te bloquees. Los bloques se usan para construir, no tienen nada que ver con las personas. Usa tú tus propios bloques, que son las ideas y construye con tus herramientas, que son tu mente y tu mano, al igual que lo son la paleta y la llana, para construir una pared, con bloques. Qué puedo yo decirte, hija. Practica. Escribe, lee, corrige y dale las vueltas que hagan falta. Poco a poco irás viendo cómo adquieres destreza y cada bloque va encajando. Pero no lo dejes. Practica y verás la de cosas que las palabras pueden decirte. La cantidad de combinaciones que puedes hacer con esos bloques es infinita. Ahí está la magia. Ahí y en que tú seas capaz de imprimirle tu propio estilo y que lo vayas perfeccionando. No tengas miedo. Hazlo, simplemente.”
  
  Después de todo lo que su padre le había dicho, Carolina se sintió un poco mejor. Se fue a su habitación y se dispuso a escribir acerca de su historia, tal y como su padre le había dicho. Y, al cabo de un rato de haber comenzado a escribir, se dio cuenta de que tal vez fuese mejor escribir la historia de su bloqueo, su depresión y de cómo su padre la había ayudado.
 Y aquí está. Gracias, papá.

domingo, 10 de febrero de 2019

ANÁLISIS DE VAMPYR PARA GAMERSHUB

Vampyr es un novedoso y original título que ha irrumpido con fuerza en el mercado, aunque quizá, en mi opinión, esté destinado a ser un juego de nicho, al par que resulta autoevidente que este título no es un AAA y que no goza de los mismos medios publicitarios que otros grandes títulos del mercado.
Este juego se sitúa en una atmósfera muy victoriana, aunque extremadamente decadente y tiene un cierto aire steampunk, que parece estar poniéndose de moda últimamente.
La historia da comienzo a finales de la Gran Guerra y durante la epidemia de gripe conocida como gripe española, no porque se hubiese originado en este país, necesariamente, sino porque al ser el Reino de España un país neutral durante aquel conflicto, fue la prensa española la que más informó al mundo sobre la gripe y sus terribles efectos. Y, podríamos achacar esto a una sencilla razón. Y es que, si la prensa alemana, británica, francesa o de cualquier otro país involucrado en el conflicto hubiera informado de forma exhaustiva a la población e, incluso, estas noticias hubiesen llegado a los diferentes frentes, habría resultado devastador para la moral. La Primera Guerra Mundial fue un conflicto terrible, como nunca antes se había visto. Poco tiempo después, el mundo conocería otra guerra aún más terrible y devastadora.
Vampyr da comienzo con macabras imágenes de cuerpos amontonados en una fosa común en el barro, mientras una voz en off lanza al viento unas enigmáticas y morbosamente poéticas reflexiones sobre el significado de la vida y la muerte. Es entonces cuando despierta nuestro protagonista, el Doctor Jonathan Reid, quien es una eminencia en el campo de todas las enfermedades de la sangre y que, a través de sus investigaciones y teorías, las cuales ha podido probar de la forma menos ortodoxa, en el frente francés; ha llegado a concebir un método revolucionario en lo que a transfusiones de sangre se refiere. Desorientado, confuso y presa de una terrible sed de sangre, encuentra a una mujer que parece estar buscando a alguien entre todos los muertos. Se encamina hacia donde está ella y la muerde en el cuello para, una vez recuperadas sus facultades, darse cuenta de que es su propia hermana. A partir de aquí, la existencia de Jonathan se convierte en un infierno y una constante batalla consigo mismo.
Antes de continuar, hemos de recalcar que, pese a que Vampyr tiene ese trasfondo real e histórico de finales de la guerra y la asoladora epidemia de gripe, es una historia ficticia, cuya trama sería más propia de aquella famosa historia de Frankenstein que Mary Shelley concibió junto a su marido y junto a Lord Byron, entre otras personas que allí se hallaban, durante una tormenta y a lo largo de un verano de 1816 en Ginebra. Una forma de contar la historia que, no sólo podemos enmarcar en el contexto que hemos mencionado, sino en el más puro estilo de Edgar Allan Poe, BramStoker, John W. Polidori, quien con los Shelley se hallaba en la antedicha escena; pasando, por qué no incluirlos, por Arthur ConanDoyle, Howard P. Lovecraft y otros muchos autores que concibieron grandes e inmortales obras del misterio y del terror gótico, que hemos de llamar en este caso, con la influencia y presencia, por supuesto, del Romanticismo.
Todo lo anteriormente dicho, no llegaría a captarse en el campo audiovisual, por ejemplo, con la suficiente fuerza y transgresión, por así decirlo, hasta la aparición de las excelentes producciones cinematográficas de la británica Hammer, desde la década de los años 50 del pasado siglo y que, hasta el día de hoy, no sólo marcaron las pautas a seguir en lo que al terror gótico se refiere, sino que marcaron a fuego las imágenes de sus iconos del terror en nuestras mentes, especialmente la de ese Conde Drácula imponente, de largos colmillos ensangrentados y con los ojos inyectados en sangre, inmortalizado por el actor Christopher Lee. Pese a contar con grandes clásicos del terror como el Drácula de BelaLugosi, el Frankenstein, con el inolvidable papel de la criatura encarnada por Boris Karloff o El Fantasma de la Ópera, con el papel de LonChaney, por poner tres ejemplos significativos, los tres de las décadas de 1920 y 1930; no sería hasta la fundación de la legendaria Hammer Films y la realización de La Maldición de Frankenstein, película de 1957 y Drácula de 1958, ambas dirigidas por Terence Fisher y protagonizadas por el dueto Peter Cushing y Christopher Lee (que serían los iconos protagónicos de la mayoría de films de la Hammer), no sería hasta esta época, como ya hemos dicho, cuando el terror gótico alcanzaría su máximo esplendor, en el sentido de captar en toda su plenitud la verdadera esencia de aquellas grandes obras que concibieron los autores románticos. Y todo ello de la forma más transgresora y casi lasciva, siendo estas películas un verdadero festival de sangre deliberada y exageradamente roja, violencia y erotismo implícito. Características todas ellas que, para la época eran revolucionarias y escandalosas.
La música, el suspense, la ambientación de aquellas películas, junto a esas transgresiones que hemos mencionado, lograron captar la esencia de esos clásicos y, además, supieron reflejarlo todo en la gran pantalla, transmitiendo al espectador el horror más absoluto en todos los aspectos. Algo que sólo la literatura es capaz de lograr hasta la fecha con absoluta efectividad, ya que es la imaginación del lector la que pone los límites y visualiza o vive, por mejor decir, los horrores que nos describen esas obras.
Todo lo que acabamos de exponer es este Vampyr. El juego es un RPG de acción en tercera persona en toda regla, cuya forma de combate y mecánicas nos recordarán de forma inmediata a los excelentes Bloodborne o los DarkSouls, pero sin ser tan exigentes, en lo que a habilidad y paciencia se refiere; al TheWitcher 3, en cuanto a atmósfera decadente y gótica, pero sin ser fantasía épica medieval y, hasta tiene un cierto componente de survival horror (del que tampoco carecen los otros que hemos mencionado, a mi entender). Pero lo que sí que caracteriza a este Vampyr, por encima de todo, es la toma de decisiones. Y, es que este Vampyr, parte de la premisa de un dualismo muy peculiar para con su protagonista. Por un lado, Jonathan Reid es un médico, que ha jurado consagrar su vida a mitigar y sanar las dolencias del ser humano; mientras que, por otro lado, su nueva naturaleza, o condición, como se la llama en el juego, le obliga a hacer daño a los seres que había jurado proteger, para alimentarse y poder sobrevivir. Todo ésto, genera en Jonathan y en el jugador, toda suerte de conflictos, dudas e interrogantes. Y, así, llegamos a otro componente fundamental de este título que es la investigación, la cual llevamos a cabo a través de la búsqueda de objetos y documentos y también interrogando a los diferentes NPCs, todo ello muy en la línea de las aventuras gráficas. Y es que en Vampyr, cuanto más sepamos sobre la gente que nos rodea, mejor, ya que si decidimos alimentarnos de ellos, conocer todos sus secretos nos otorgará más experiencia. Al igual que si decidimos ayudarlos a todos. Debemos conocer sus secretos y sus miedos y empatizar con nuestros pacientes para aliviar sus dolencias de forma más efectiva. Es por todo ello, que la mecánica de la investigación y los diálogos es fundamental.
En lo que se refiere a los combates, es en donde nos puede recordar a los Souls, Bloodborne o TheWitcher, especialmente a este último, precisamente porque los controles pecan de ser bastante toscos y poco manejables, cosa de la que también peca mi querido Witcher. El jugador, por muy hábil que sea, notará en ocasiones que se le escapa el control de la situación, valga la redundancia. El juego da la posibilidad de enfocar a un enemigo y centrarse en el mismo, aunque también puede combatirlos en grupo, por ejemplo, esquivando ataques, golpeando a uno y luego al otro. Uno debe de estar concentrado en cada estrategia, pues afrontar un combate contra varios enemigos o, incluso uno más poderoso que nosotros, siempre plantea un reto que puede resultar fatal.
La dificultad del juego no puede modificarse, viene por defecto tal cual es. Sin embargo, podríamos decir que, a medida que Jonathan se va volviendo más poderoso, el juego resulta más fácil. Y, esto lo puede hacer uno subiendo niveles, es decir “farmeando” con enemigos comunes o NPCs agresivos o bien alimentándose de sus “pacientes”, los cuales le otorgarán una gran cantidad de puntos de experiencia si están sanos y los tenemos “completos”, por así decirlo y, en el sentido de que hayamos averiguado toda la información disponible respecto a dichos NPCs.
Vampyr está disponible en varios idiomas, principalmente inglés, francés y alemán, pero también en español o portugués. Las voces están dobladas sólo al inglés, siendo el trabajo de los actores de doblaje excepcional y el principal sustento en lo que se refiere a la calidad de la historia y a la propia inmersión del juego.
En Vampyr también tenemos sistema de comercio y deberemos mirar muy bien en cada rincón y saquear a los enemigos, pues necesitaremos varios componentes para elaborar medicinas contra la fatiga o la anemia, por poner dos ejemplos y para mejorar las armas que nos vayamos encontrando, desde garrotes y armas blancas, hasta escopetas y diferentes armas de fuego. El componente de construcción o crafteo, como se dice ahora, es esencial para progresar en el juego.
En el apartado gráfico es en donde hace aguas esta obra. Utiliza el motor UnrealEngine y el diseño y modelado de los personajes podría parecernos desfasado. Y, es que, los personajes se ven elaborados de una forma tosca y carecen de expresividad. Algo que también hemos podido observar en juegos tales como Skyrim o Fallout 4, los cuales utilizan un motor ya bastante anticuado. En el caso de Vampyr, quizá ello se deba a la limitación del presupuesto, pues debemos recordar que no es un triple A, como decíamos al principio. Por suerte, la falta de expresividad de los personajes, se ve compensada por la excelente interpretación de los actores de doblaje. La atmósfera y ambientación del juego también compensan de sobra sus evidentes limitaciones gráficas, las cuales podemos pasar por alto, si tenemos en cuenta las muchas virtudes que tiene este título.
En cuanto al apartado sonoro, no sólo hay que destacar el magistral doblaje de los actores, sino los sonidos ambientales. Al recorrer cada escenario, se escuchan gritos, llantos y susurros; podemos escuchar las conversaciones de los personajes, a los enemigos humanos y no humanos y, entre la niebla y las sombras, podremos oir gañidos y lamentos de cosas que no podemos ni imaginar.
La banda sonora consiste en una melodía de corte clásico y muy decimonónico, con preponderancia de los instrumentos de cuerda. Una banda sonora terrorífica, nostálgica, incluso, muy en la línea de los grandes y buenos clásicos del cine de terror gótico que hemos mencionado en esta review. Y, también de los que no hemos mencionado. El tema musical me recuerda un poco al Drácula de 1979, interpretado por Frank Langella y que contaba nada menos que con Lawrence Olivier en el papel de Van Helsing. Una película correcta, pero que muestra un Drácula que más parece un James Bond o un Donjuan, en lugar del terrible monstruo que nos describió BramStoker, como una amenaza entre las sombras, sin estar presente físicamente.
En conclusión, DONTNOD ENTERTAINMENT y Focus Home Interactive nos han traido una obra de una excelente calidad narrativa. Un RPG de acción muy correcto. Quizá peca de ambicioso en lo que se refiere a sus evidentes similitudes con la saga Souls, pues en ocasiones, he llegado a pasar de largo de algunos enemigos. Tal vez una mayor dificultad o una subida de niveles de los enemigos compensada a la nuestra le hubieran venido bien a este juego. El combate es poco ágil en ocasiones y los controles toscos. Y luego están sus limitaciones gráficas, de las que ya hemos hablado.
Sin embargo, pese a los fallos que pueda tener, Vampyr es un juego muy disfrutable y sabe mantener muy bien al jugador pendiente de cuál es tal o cuál historia y cuál es su desenlace o qué relaciones guardan entre sí. Y, también, qué decisiones debemos tomar a fin de hacer el menor daño posible y poder salvar la ciudad o condenarla totalmente. Gran historia, excelente ambientación, buenísima banda sonora y excepcionales interpretaciones de los actores. A mi juicio es un juego completamente disfrutable y recomendable.

ANÁLISIS DE ACHTUNG!CHTULHU TACTICS PARA GAMERSHUB

De la mano de Auroch Digital nos llega este título de estrategia táctica por turnos, de vista isométrica, al más puro estilo X-Com y que a su vez está inspirado en el universo del juego de rol de mesa Achtung Cthulhu.
  Estamos a comienzos de Diciembre de 1944. Los restos del Whermacht que habían combatido en Normandía y la Región del Benelux, han formado un nuevo frente occidental en las Ardenas, región de Valonia, en Bélgica. Su misión es emprender una contraofensiva hasta llegar al Canal de la Mancha y arrojar a los Aliados al mar, como  ya hicieran en 1940. Todo ello con el Reich desintegrándose inexorablemente y tras sufrir un montón de bajas en sus filas. Hasta aquí el apunte histórico en líneas generales de este título.
  Situado el juego en su contexto y ambientación histórica, pasaremos a comentar el interesante lore de este Achtung! Cthulhu Tactics. En el campo de batalla de las Ardenas, Hitler ha desplegado su última mejor carta, sus Wunderwaffen particulares y peculiares: nada menos que la Secta del Sol Negro, una rama ocultista e iniciática de las SS, quienes tenían su sede de culto, históricamente en el Castillo de Wewelsburg. Esta secta ha traído un maligno Ser Inmortal al mundo con el fin de derrotar a sus enemigos y desatar la batalla del Fin del Mundo, de los dioses contra los jotuns (los gigantes de la mitología nórdica), que es lo que representa principalmente su Schwarze Sonne.
  De tal modo que tenemos el escenario perfecto. La Segunda Guerra Mundial en medio de los bosques de Valonia del Frente Occidental, todo ello, profundizando en la peculiar vertiente ocultista del Tercer Reich y, mezclado astutamente, con la literatura y mitología lovecraftianas. En lo que se refiere a lore, a su historia, este juego tiene la clave. Es una lástima, un verdadero desperdicio, que no se haya desarrollado en mayor profundidad, ya que sólo la historia podría haberle otorgado a este juego unas posibilidades casi infinitas, en caso de que los desarrolladores le hubieran otorgado un aspecto más de RPG de acción a este título. Una verdadera lástima.
  Bien es verdad que el juego cuenta con un sistema de subida de niveles y, cada uno de los personajes, tiene un buen abanico de habilidades por desarrollar, pero a la hora de la verdad se antoja muy pobre, no sólo por lo anteriormente mencionado, sino porque los personajes desde un principio se sienten algo overpowered, como se dice ahora. Incluso el mismo juego peca de ser bastante facilillo. La IA es tremendamente predecible.
  El juego está disponible en cinco idiomas: inglés, francés, alemán, italiano y español. No tiene diálogos grabados, salvo los taunts genéricos de cada personaje y NPC y los diálogos de nuestro comandante en las pantallas de briefing. Las líneas escritas están perfectamente traducidas a esos idiomas.
  También se echa en falta una mayor variedad y vistosidad en los escenarios. A lo largo de la partida, salvo algunos niveles, te da la sensación de estar recorriendo el mismo mapa constantemente. Bien es verdad que toda la acción transcurre en los bosques de las Ardenas, pero no hubiese estado fuera de lugar recorrer búnqueres, trincheras, cuevas, etc. También se echa en falta una mayor variedad de enemigos.
  En lo que a gráficos se refiere, este título cumple muy bien su cometido. Cada escenario posee una buena variedad de colores y se siente muy vivo e inmersivo. Hubiera hecho falta más cantidad de vegetación y elementos en pantalla, pero recordemos que es estrategia y no un shooter. Su apartado visual me ha complacido bastante.
  En el apartado sonoro es un juego muy correcto. Su banda sonora le confiere buena inmersión a cada batalla y sabe transmitir en buena medida la tensión y el terror que este título pretende. Cada personaje cuenta con frases genéricas grabadas y podremos escuchar el briefing de nuestro comandante antes de cada misión, pero no hay diálogos in game, algo que le hubiera dado un plus a la historia y la inmersión del juego. Lo único que podremos encontrar referente a estos apartados son algunas pequeñas pistas, con una breve descripción en cada mapa.
  En definitiva, Achtung! Cthulhu Tactics es un juego con potencial. Tiene la base perfecta para ser un gran título, pero tal vez por lo limitado del presupuesto, no ha llegado a explotar ninguna de las muchas ventajas que tiene. Una historia perfecta para desarrollar; más elementos de RPG, incluso gestión de nuestro cuartel general, sólo por poner tres ejemplos. Es un buen juego, pero se queda corto en casi todo. Aún así, este título es muy recomendable.

Cuento El Descenso de la Conciencia


  Me hallaba llorando ante su tumba. Ya hacía más de un año que la había perdido para siempre. El maldito cáncer, que crecía en su interior, como un malhadado hijo; como el hijo que nunca pudimos tener. El cáncer me la arrebató. Nunca antes había tenido tanta consideración hacia ella, ésa es la verdad, como el último año que estuvo viva. Siempre anduve ocupado en mis quehaceres sin prestarle toda mi atención las más de las veces. Ella, resignada, aceptó la situación y siempre estaba allí para mí. Siempre tenía una palabra amable, una caricia o un beso para calmar mi ánimo.
  Finalmente, llegó un frío día de Febrero en que me lo dijo y no quise dar crédito al principio. Creí que me diría que estaba embarazada. Pero no fue aquello, sino que tenía cáncer y apenas duraría un año más en este ingrato mundo. Me quedé boquiabierto sin saber qué decirle. Ella comenzó a sollozar y entonces yo traté de calmarla lo mejor que pude. La abracé y lloré con ella, como dos chiquillos asustados, perdidos en la inmensidad negra de alguna cueva abandonada. ¿Y de qué iban a servir ahora mis consuelos y atenciones?
  Nunca antes habíamos vivido tan intensamente como aquel último año en que ella estuvo junto a mí. Me la llevé a las montañas, a una pequeña cabaña que había heredado de mis padres. Al menos estaríamos lejos del ruido y la contaminación de la ciudad, fuente de muchos males para el cuerpo, como el de ella. Allí, en medio de la naturaleza podría cuidarla y también podría escribir, pensaba yo. Mas no escribí nada. Sólo podía concentrarme en ella y en su enfermedad, afrontando cada día su inevitable destino. ¡Qué egoísmo el mío! Pues era ella quien estaba a punto de morir y yo sólo podía pensar en qué sería de mi vida sin aquella dulce criatura que era mi esposa. Mas ella sonreía, se la veía feliz. ¡Qué fortaleza de ánimo y resignación tuvo siempre!
  Cada día, al amanecer, le preparaba un café con un panecillo, su desayuno favorito. Entonces, acudía al pequeño dormitorio y se lo dejaba, en una bandeja plateada, sobre la mesilla de noche, junto a la cama; a fin de que lo tomase cuando se despertara. Yo, entonces me iba al cuarto de baño, me afeitaba y duchaba, para vestirme después. Desde allí podía escuchar cómo se despertaba bostezando y tosiendo, esforzándose por que yo no lo advirtiera. Pero la oía, pues deseaba escuchar todo lo que hacía por si necesitaba algo. Cuando yo salía vestido ya del cuarto de baño, era el turno de ella. Nunca me pidió ayuda con nada. Se mantuvo fuerte y con entereza hasta el final. Se adecentaba y vestía ella sola, sin ayuda. Igual que siempre. Yo la espiaba a través de la puerta entreabierta. Seguro que lo sabía. Contemplaba su esbelta silueta en la ducha, su agraciado contorno. Había perdido peso. Poco a poco, su silueta se iba demacrando más y más, debido a aquello que me la estaba arrebatando.
  Cuando ambos estábamos vestidos, salíamos a dar largos paseos por las verdes montañas. Llevábamos unos prismáticos, pues yo quería que viera a los corzos y a los gamos correteando y viviendo salvajes en aquel idílico paisaje. Contemplábamos los árboles lustrosos y a las aves. Y también cada peña y cada risco nevado. Hacía frío y ella cada vez iba más abrigada, mas la primavera y el verano llegarían pronto.
  Cada atardecer nos sentábamos en el mirador más alto, desde donde podía contemplarse todo el monte en su máximo esplendor. Allí, yo le contaba historias, como cuando éramos jóvenes y nos enamoramos. Como cuando sólo tuve tiempo para ella. Mientras tanto, ella se afanaba por preparar una merienda para ambos. Cuánto reía o lloraba o se asombraba con mis historias. ¡Ojalá las hubiera escrito! Pero no lo hice. Quise dedicárselas sólo a ella. Yo contemplaba su rostro y sus expresiones. El largo cabello castaño, cayendo en cascada, ondulado. Su moreno rostro ovalado, que iba palideciendo a medida que su fatal destino avanzaba. Sus ojos castaños, de largas pestañas. La sonrisa de sus blancos dientes y sus carnosos labios rosados. ¿Adónde iría todo aquello? Me estremecía al pensarlo.
  Llegó el otoño y el paisaje ya no era tan verde, pero sí más frío. A pesar de ello, seguía siendo idílico y ella estaba allí junto a mí. Mas ahora la tenía postrada en cama, débil, pálida, cada vez más consumida. Sólo sus ojos tenían la vivacidad de siempre. Ella me miraba y sonreía cuando le daba de comer o le contaba alguna historia en voz muy alta, pues quería porfiar con los ruidos de los aparatos con los que la mantenía allí encadenada a esta ruinosa vida. No quería que oyese aquellos ruidos, sólo mi voz.
  A principios de invierno murió entre mis brazos, sonriendo y susurrando un te quiero se apagó su voz y su vida. Y sus castaños ojos quedaron fijos en mí. Lloré y maldije nuestro destino. ¿Y de qué iba ya a servir?
  Descendimos de nuevo, de la montaña a la ciudad. Ella iba presa en su ataúd. Yo, preso en mi tristeza y el pesar de mi conciencia. Por no haberla tratado mejor cuando debí hacerlo.
  Aquí yace enterrada, en este cementerio al que acudo cada noche, después del trabajo. Así lo hago desde hace un año largo que se fue. Cada noche, hasta ésta. Ante su tumba me hallo, llorando arrepentido, como un chiquillo perdido en una cueva enorme, como la que había en las montañas, que nunca le mostré a ella.
  A partir de aquí todo es confuso. Me quedo dormido sobre su tumba y sueño con ella, sueño con el día en que nos conocimos, con las historias que le contaba. Sueño con la vida que tuvimos juntos y el poco caso que le hice hasta que llegó el final. Sueño con nuestros días en las montañas. Nos hallamos los dos ante la entrada de una enorme cueva. Ella sonríe como una niña y me dice que la encuentre. Se va corriendo, internándose en las abismales negruras de la cueva. Yo la llamo desesperado desde afuera, pues no me atrevo a entrar. Todo está negro y frío en la caverna. La sigo llamando y no contesta. Y yo grito y lloro y pataleo como un niño.
  Finalmente cruzo a la negrura lleno de temor, pues deseo ir a buscarla. Camino durante horas por dentro de la cueva y no la veo ni la oigo. Sólo se escuchan los gemidos del viento, un ulular lastimero y gotas de agua que caen del techo y las paredes de la caverna. Mi propia voz me hace estremecer. La cueva va descendiendo. Tiene unos salientes en forma de escalera que parecieran estar hechos por el hombre, pero no es así, yo sé que no es así. Y un extraño resplandor sulfúreo ilumina trémulamente aquella insondable garganta que desciende y me traga, como se tragó a mi esposa.
  Escucho de pronto una voz que me dice que no tenga miedo, que siga descendiendo. Es la voz de mi esposa, estoy seguro, que me llama. Desciendo con mayor rapidez,  con cuidado de no resbalar y caerme. Empiezo a notar el acre hedor de la putrefacción en el ambiente, mas yo sigo descendiendo durante una infinidad de tiempo.
  Finalmente, llego a una gran cámara o ala de aquella enorme cueva y frente a mí se halla una puerta enorme esculpida en piedra. Se abre lentamente y de allí sale una gran ráfaga del resplandor que antes veía. Me quema y cierro los ojos.
  Después, una suave mano se posa en mi hombro y oigo un “me encontraste, como siempre lo has hecho” se escucha resonar en la cueva. Abro los ojos y veo a mi esposa ante mí. Su esbelta silueta, su rostro moreno ovalado, sus cabellos ondulados y sus ojos castaños. Sonríe y me besa con sus rosados labios carnosos. Y nos vamos juntos. Cruzamos la puerta.