jueves, 12 de enero de 2023

RESEÑA LA CORTE DE CARLOS IV EPISODIOS NACIONALES SERIE I

 

   ” La corte de Carlos IV" es una novela histórica escrita por Benito Pérez Galdós, publicada en 1873. La novela se desarrolla en la España del siglo XVIII, durante el reinado de Carlos IV, y narra la historia de varios personajes que se ven afectados por la lucha por el poder y la influencia en la corte española.

  La novela es especialmente interesante por la forma en que Galdós describe la vida en la corte, mostrando los celos, la ambición y la intriga que se desarrollan entre los personajes. Los personajes son complejos y bien desarrollados, con sus propias motivaciones y deseos.

  Una de las cosas más impresionantes de esta novela es la forma en que Galdós describe la vida en la corte española de la época, mostrando cómo la lucha por el poder y la influencia afectaba a las vidas de las personas comunes. Además, la novela es una crítica a la naturaleza corrupta y egoísta de la sociedad española de la época, y también es una reflexión sobre el papel de la monarquía en la sociedad española.

  En resumen, "La corte de Carlos IV" es una novela histórica impresionante, con una trama intrigante, personajes complejos y una narrativa precisa y detallada. Es una obra imprescindible para cualquier amante de la literatura histórica y una valiosa fuente para entender la historia y la cultura de España en el siglo XVIII.




jueves, 29 de diciembre de 2022

RESEÑA DE TRAFALGAR. EPISODIOS NACIONALES. SERIE I.

  Trafalgar corresponde al primer volumen de la primera serie de "Episodios Nacionales", escrita por Benito Pérez Galdós hacia el año 1872 (en el caso de la obra que nos ocupa ) y publicada por vez primera en 1873. En este caso, reseñamos el primer tomo de una colección del año 2020, traída de la mano de RBA Coleccionables S.A.U. Esta edición incluye las ilustraciones de los hermanos Mélida, a quienes el propio Galdós pidió su colaboración.



  En esta primera obra, Galdós nos presenta al personaje de Gabriel, quien nos narra en primera persona, diferentes aspectos de su infancia, intercalados con hechos reales, como su enrolamiento como soldado a bordo del buque insignia de la Armada Española, el Santísima Trinidad y su participación en la batalla de Trafalgar. 

  A lo largo de ciento ochenta y un páginas, Gabriel nos contará cómo entró al servicio del capitán de navío retirado Don Alonso Gutiérrez de Cisniega y el contramaestre Marcial, hasta que los tres consigan embarcarse en el poderoso Santísima Trinidad y partir a la batalla contra los ingleses.

  Un clásico imprescindible de la literatura española que debemos leer y conocer. La evolución del personaje principal y de la trama, intercalada con hechos históricos reales es lo mejor que tiene.

  

jueves, 29 de septiembre de 2022

CABALLEROS DEL DOLOR. LOS TEMPLARIOS DE TURMFELT.


   Hoy toca hablar un poco de mi primera novela publicada: "Caballeros del Dolor. Los templarios de Turmfelt.". Es una obra de fantasía épica que disfruté mucho escribiendo, al igual que estoy disfrutando con su continuación. Es una alta fantasía, ambientada en otro mundo imaginario similar al nuestro, pero que se halla inmerso en una Edad Media en la que no hay pólvora, pero sí magia y criaturas sobrenaturales.

  Esta obra trata sobre la vida de un huérfano que es perseguido por un ambicioso duque desde que nace. Este niño es ocultado de la vista y las garras del duque por iniciativa de su padre y a manos de la comadrona que lo vio nacer y el camarlengo del citado padre. Ambos se lo llevan a una isla habitada por unos templarios (no templarios como los de nuestro mundo), que son mutantes, no conocen el miedo, pero tampoco sienten como humanos normales.

  La obra continúa con el niño creciendo en la Isla de los Templarios y formándose como uno de ellos. Hay grandes guerras y batallas contra seres monstruosos e, incluso, habrá una cruzada en tierras lejanas.

  Estoy muy orgulloso de haber escrito esta novela y disfruté tanto que quise seguir con la historia en la siguiente parte.

  Espero que a los lectores también les agrade y disfruten con ella, cosa que me motivará a seguir escribiendo y aprendiendo.

  Aquí dejo el enlace a la página de Amazon, donde se puede echar un vistazo a la obra:

https://www.amazon.es/Templarios-Turmfelt-Francisco-Gonz%C3%A1lez-Cebada/dp/B09K1RXSFZ

domingo, 18 de septiembre de 2022

CABALLEROS DEL DOLOR II: LA ESPADA DEL PODER

 Seguimos trabajando apasionadamente en las aventuras de "Los templarios de Turmfelt". Después de la buena recepción de mi primer libro publicado: "Caballeros del Dolor: Los templarios de Turmfelt"; puedo decir con orgullo y gran satisfacción que su continuación está lista en más de un 60%.

  Pronto volveremos a disfrutar de las peripecias de Eberhard, el maestre Eckhardt y todos esos ricos personajes que ese mundo de fantasía pueblan.

lunes, 15 de abril de 2019

Un Fantasma.

  Érase un fantasma que me asustaba por las noches. De tal forma, que no podía dormir. Por lo que ambos vivíamos de noche y reposábamos durante el día. Era un fantasma no etéreo, ni con sábana, como se los suele pintar, sino verde. De un verde sulfuroso que llenaba de espanto. Era gordo de cuerpo, gigantesco diríase. Se movía con torpeza extrema y arrastraba los pies al andar. No tenía cara, ni cabeza, pero tenía ojos en la barriga y una boca enorme en el mismo lugar, llena de dientes. Los brazos eran cortos y fofos, terminando en unas manazas cuyos dedos parecían longanizas. Siempre andaba en pelota y no se le veía la verga, si es que tenía, por los pliegues de su barriga.
  Aquel fantasma se aparecía tras la puerta de mi habitación. Llamaba a la puerta con los dedos como longanizas. Y lo hacía de forma constante e insistente si no iba a abrirle. Cuando le abría la puerta me lo quedaba mirando, paralizado por el horror. Y el fantasma se limitaba a quedarse allí de pie y comiendo como un cerdo. Comía huesos y lamía los tuétanos con aquella enorme y deforme boca llena de dientes. Al mismo tiempo sonreía, con su boca y con sus ojos.
  Una noche se coló en mi habitación, caminando con pasos lentos y torpes y arrastrando los pies. Nunca hablaba. Sólo comía y sonreía; sonreía y comía. Chillé que se fuera. Lloré y pataleé. Mas no se iba por más que yo porfiase con él o se lo implorase. Se metió en mi armario y desapareció. Abrí el armario de par en par, por buscarle allí, mas no lo vi por lado alguno. Alguien llamaba, entonces, a la puerta de mi habitación. Me asomé y allí estaba; riendo y comiendo. Y hacía un ruido espantoso al comer y al reír.
  Érase un fantasma que no me dejaba dormir. De tal forma, que no podía comer, ya que dormíamos durante el día y vivíamos de noche.

domingo, 10 de marzo de 2019

RUFUS THORNE. Fanfic Anno 2070.

  “La música clásica me ha enseñado que sólo un estricto código ético, el
trabajo duro continuado y una devoción absoluta pueden convertir unos
pocos puntos inconexos en una obra de arte. Pero, para que la música
pueda sonar de verdad, cada instrumento debe ser tocado de forma
armónica y, los ejecutivos como yo, debemos cuidar cada detalle como lo
haría un director de orquesta.”

  -Rufus Thorne. Presidente ejecutivo y portavoz de Global Trust Inc.-
Thorne se hallaba aquella tarde en su despacho escuchando La Pasión
según San Mateo de Bach, fumando un cigarrillo y reflexionando. No le
entraba aún en la cabeza cómo podía haber sido posible que Thor
Strindberg hubiera fracasado con el plan de desarrollo de la Compañía
para los próximos cinco años. Con su tozudez y arrogancia había
provocado una crisis, una verdadera catástrofe que Global Trust, el
principal suministrador de energía, materias primas y bienes industriales
del mundo entero, no podía permitirse. Y le había traicionado. Eso fue lo
peor de todo. No le cabía en la cabeza que ya no se valorase la lealtad de
los viejos amigos.

  Rufus Thorne había moldeado a aquel hombre desde que lo conoció,
cuando aún eran los dos unos muchachos asustadizos que se
incorporaban a las filas de aquel gran Imperio Económico conocido como
Global Trust, el cual había sustituido a la mayoría de los Estados
Nacionales, cuando éstos comenzaron a derrumbarse como consecuencia
de la última gran crisis mundial. La traición era lo peor de todo, sí. Por
culpa de la traición, Thorne dejó la abogacía. Había pasado de ser un
prometedor miembro del Departamento Legal de Global Trust a ser un
ejecutivo más de la Compañía y con un enorme éxito, que le permitiría
subir en el escalafón, hasta situarse como mano derecha de la propia
Skylar Banes. Y lo hizo sin traiciones. Dejó la abogacía porque valoraba la
lealtad por encima de la legalidad. Hay quienes dirían que aquello era una
contradicción en sí misma, casi como el propio Thorne, pero quienes lo
conocieron a fondo, sabían que Rufus era un ejemplo de lealtad,
compromiso, trabajo duro y determinación. Nunca le echaba la zancadilla
a nadie, ni se aupaba a sus espaldas para medrar. A pesar de ser un
hombre ambicioso y duro como era, jamás había traicionado a nadie. Pero
Strindberg, era un caso aparte. Cómo era posible que un hombre al que
había considerado su hermano, lo hubiese apuñalado de aquella forma era
algo que no se explicaba. Le dolía más que el hecho de que hubiese
arruinado el Plan Quinquenal de Industria Pesada.

  Thorne se hallaba pensando en todo esto en su despacho, mientras
escuchaba cantar a Judas de fondo. Tendría que darle una respuesta
convincente a Skylar y no iba a ser fácil. Él mismo se sentía como un
traidor hacia ella y la Compañía, pues creía que lo que había hecho
Strindberg era obra suya. Se sentía culpable por todo.

  La llamada no se hizo esperar. Su comunicador se había encendido y su
tono porfiaba por imponerse sobre La Pasión según San Mateo. Thorne
bajó la música y cogió el aparato.

-Rufus, estoy profundamente decepcionada. Ya sabes que si hay algo que
odio es la incompetencia. – se oyó decir a Skylar Banes al otro lado.
Su imagen aparecía proyectada en el aparato. Tenía ojeras y se la veía
muy enfadada, mientras hablaba.

-Lo sé. Strindberg ha echado a perder el Plan Quinquenal. Es culpa mía.
Tendría que haber estado más encima de él.- respondió Thorne.

-No has hecho bien tus deberes con Strindberg, Rufus. Sabes que confío
ciegamente en ti. No es culpa tuya. Pero esto es una crisis y perderemos
millones de créditos. Por no hablar de la opinión pública.-

-Yo me hago responsable, Presidenta. Deme otra oportunidad y haré que
el Plan Quinquenal tome otro rumbo y despegue como es debido.-

- Por eso te he llamado. Supervisarás tú mismo el Plan Quinquenal, pero
será otra persona quien lo lleve a término.-

  Thorne parecía un poco sorprendido y nervioso. Finalmente, preguntó:

-¿Quién es esa persona?-

-Alguien nuevo. Y lo cierto es que me recuerda a ti cuando empezaste en
la Compañía. Ambicioso y duro, pero justo. Encárgate de vigilarlo y
amoldarlo bien. Es tu última oportunidad. No me falles.-

  Skylar colgó su comunicador y Thorne se quedó aún más pensativo.
Esperaba una buena reprimenda, incluso el despido por todo aquel
escándalo. Sin embargo, Skylar había sido muy parca en palabras. En
realidad, siempre era parca en palabras. Pero la había notado
comprensiva. Y todo aquel misterio con la nueva incorporación. No
entendía nada. Volvió a subir su música y encendió otro cigarrillo. Mirando
por la ventana de su despacho hacia el mar inmenso, sobre el que se
alzaba el crepúsculo; se puso a pensar, esta vez en las soluciones y no en
los problemas.

martes, 12 de febrero de 2019

CUENTO: ¿TE BLOQUEAS? PUES DESBLOQUÉATE

                                          ¿TE BLOQUEAS? PUES DESBLOQUÉATE.

  Carolina era una estudiante de 18 años que soñaba con ser escritora. Era una niña jovial y alegre. Le encantaba hablar con toda clase de gente, pero sobre todo escuchar. Y tenía una carita redondeada, rematada por unos enormes ojos negros de largas pestañas, que daban ganas de comérsela, como suele decirse. Una chiquilla que se hacía querer.  Cada vez que se ponía a hablar con una persona, absorbía todo lo que le contaba como una esponja. Leía mucho. Todo aquello que caía en sus manos. Aquella chiquilla se atrevía con todo, ya fueran Cervantes, Lope o Quevedo. De ahí saltaba a Conan Doyle o Agatha Christie. Pasando, desde luego, por Perrault, los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen o Gloria Fuertes. Y de allí, a lo mejor daba otro salto hasta Homero o Platón, si hacía falta. Tampoco le hacía ascos a una buena historieta de Tintín, Asterix, Batman, El Capitán Trueno o El Jabato. Todo aquello lo sacaba de la biblioteca de su padre, la cual se conocía al dedillo. Y no leía cada obra ni una ni dos ni tres veces, sino siempre que se le presentaba la ocasión. Devoraba toda clase de libros e historias con avidez y, después, abordaba a cualquier persona que pudiera compartir impresiones con ella sobre aquella infinidad de Universos que le presentaban esas obras o que pudiese ayudarla a comprender conceptos, personajes, momentos, sensaciones, estilos… Era una persona con un hambre insaciable de conocimientos y gusto por la cultura.
  
  Le gustaba mucho escribir cuentos e historias cortas, las cuales, cuando era más pequeña e iba a la escuela, le entregaba a su maestra para que se las leyera en voz alta a toda la clase, pues a ella le daba mucha vergüenza. Aunque, de alguna forma, no se sentía del todo complacida con lo que escribía. Desde luego, la maestra accedía de buen grado, pues aquella chiquilla era algo fuera de lo común, a pesar de que sus cuentos fuesen los propios de un niño de su edad. Además, la niña mostraba ciertos signos y detalles, como el querer añadir cosas a sus cuentos. Luego estaba el entusiasmo que ponía. También dibujaba personajes y paisajes para complementarlo de alguna forma. Fue creciendo y compaginaba sus estudios con la lectura y la escritura, aunque entonces, ya no veía la ocasión propicia para mostrarle sus escritos a nadie que no fuera ella misma, con lo que empezó a sentirse bloqueada, por así decirlo. Sentía miedo de lo que la gente pudiera decir de ella y sus escritos. Pero tampoco se atrevía a pedir ayuda para que alguien la asesorara con respecto a dónde podía publicar y compartir lo que escribía. Algo había cambiado en su interior y aquello la hacía sentir muy deprimida.
  
  Un día, se armó de valor y decidió afrontar sus miedos escribiendo un relato con la primera idea que se le vino a la cabeza. Comenzó con frases cortas y fue añadiendo más ideas a medida que le iban viniendo a la cabeza. Sentía que no podía, pero aún así, continuó. Lloró y pataleó y al final quiso rendirse, pero tenía que seguir. Acabó agotada, pero cuando creyó que había terminado, decidió publicarlo en varias plataformas que había descubierto por Internet y en su perfil de Facebook. Miró a través de la ventana de su habitación y vio que era de noche. Se acostó en su cama y se quedó dormida.

  Al día siguiente se despertó apresuradamente y corrió a su ordenador, por ver si alguien había reparado en su obra o le habían escrito algo. Vio que tres personas habían leído su cuento y no supo cómo sentirse, aunque ya había dado un paso adelante, lo cual no es poco.
  
  Quiso continuar de inmediato con aquello. Sentía que necesitaba escribir a como diera lugar, pero no sabía el qué. Le dio vueltas y más vueltas a la página en blanco, mas nada se le ocurría que pudiera ser interesante. Lloró amargamente. Otra vez estaba bloqueada.
  Acudió a clase y apenas prestó atención a las explicaciones de los profesores ni a cuanto le rodeaba.
Al llegar a casa, después de las clases, encontró a su padre en un cuarto que hacía las veces de estudio y de despacho, pues el padre de Carolina era abogado y bastante bueno, además.

  Muy apenada, le contó todo lo que le había pasado y de cómo se sentía, con todo lujo de detalles. Le habló acerca de su bloqueo. A lo cual, su padre, sonrió meneando la cabeza y le enjugó una lagrimilla con el dedo pulgar, que iba corriendo por su mejilla.

 -¿Te bloqueas?- preguntó el padre. –Pues desbloquéate.
 - No puedo. – respondió ella, tratando de aguantar las lágrimas.
 - ¿Cómo no se va a poder? Pues claro que sí se puede.

  Dicho lo cual, su padre habló así:

  “El día en que naciste fue sin duda el más feliz de mi vida, pero también fue el más aterrador, en el sentido en que, yo mismo; y tu madre más aún, también nos sentimos bloqueados en muchos momentos. Sentíamos miedo de que algo saliera mal. Yo estaba agitadísimo por ver a tu madre pasar aquellos terribles dolores, por no saber qué hacer para consolarla o ayudarla y darle ánimos de forma efectiva. Y, estando ya en el paritorio, antes de que tu cabecita asomara, pareció que no querías salir de donde estabas, que te bloqueabas. Tu madre chillaba y sollozaba. Hubo un momento, entre lágrimas y sudores, que me dijo que no podía. Aterrado como estaba, yo no acerté más que a secarle el sudor de la frente y las lágrimas con el pulgar, tal como hice contigo antes. Le dije que cómo no iba a poder, si ella podía con todo. No sabía qué hacer. Éramos muy jóvenes y padres primerizos, de añadidura. Nos sentíamos bloqueados ante lo que desconocíamos. Así que, cogiendo su mano muy fuertemente, traté de infundirle ánimos lo mejor que pude. Después vinieron el médico y las enfermeras, me hicieron salir de la sala y yo me apoyé contra la pared,  como queriendo escuchar a través de ella. Estaba pálido, me temblaban las piernas y a punto estuve de echarme a llorar. Finalmente, al cabo de unos minutos que me parecieron eternos, salió una enfermera y allí estabas. Vaya si pudimos.”

  Hizo una pausa y rebuscó en su cartera de piel, como si quisiera enseñarle algo a su hija. Después, prosiguió:

  “Ahora estoy trabajando en el caso de un joven de 24 años que, durante una discusión con su novia, terminó por propinarle una bofetada en la mejilla. Lo cierto es que el muchacho lo tiene crudo. Todo está en su contra, pues hay testigos que dicen haberles oído discutir a ambos muchas veces; que él era el que más gritaba y que era de esperarse una cosa así. Y yo tengo que defenderle. Pero aunque todo esté en su contra y en la mía, como abogado suyo; ni mucho menos voy a decir que no se puede y a quedarme bloqueado. Es un muchacho peculiar. Le gusta leer y parece ser que también escribe alguna cosa. Le gusta la música clásica y cuidar de sus mascotas. Sospecho, aunque no quiere decírmelo, que ha recibido alguna clase de maltrato por parte de alguien. Es muy rebelde y propenso a la depresión. Y parece que siente miedo de mostrar lo que piensa o siente. Está a la defensiva, las más de las veces. Pero yo no voy a parar hasta levantar ese bloqueo suyo y descubrir la verdad. Lo defenderé tanto como pueda, aunque desde luego se merece un castigo. Pero yo he de tratar que sea lo más, digamos, tenue posible. Y que aprenda del ejemplo, si es que quiere aprender, claro. Sospecho además, que ese muchacho ha sufrido mucho, que se toma las cosas de forma harto dramática y las guarda para sí, hasta que  estalla. Al menos se le ve arrepentido. Es lo que he sacado en claro hasta ahora y ¡vaya si le pienso  sacar más!”
  
  Carolina se limitaba a guardar silencio, mientras se esforzaba en captar qué era lo que su padre trataba de decirle con todo aquello; mientras que él, continuó con su discurso:
  
  “Ya que te has bloqueado te daré una idea, por si pudiera servirte. Podrías escribir una especie de historia que trate sobre la misma que ya has publicado. Podrías tratar de contar qué te llevó a escribirla, en primer lugar. También puedes tratar de describir qué sentías o pensabas antes de escribirla y a medida que ibas avanzando en su desarrollo. Tú escribe, aunque sólo sea por escribir y escribe cualquier cosa, por absurda que te pueda parecer. No te rindas. No te bloquees. Los bloques se usan para construir, no tienen nada que ver con las personas. Usa tú tus propios bloques, que son las ideas y construye con tus herramientas, que son tu mente y tu mano, al igual que lo son la paleta y la llana, para construir una pared, con bloques. Qué puedo yo decirte, hija. Practica. Escribe, lee, corrige y dale las vueltas que hagan falta. Poco a poco irás viendo cómo adquieres destreza y cada bloque va encajando. Pero no lo dejes. Practica y verás la de cosas que las palabras pueden decirte. La cantidad de combinaciones que puedes hacer con esos bloques es infinita. Ahí está la magia. Ahí y en que tú seas capaz de imprimirle tu propio estilo y que lo vayas perfeccionando. No tengas miedo. Hazlo, simplemente.”
  
  Después de todo lo que su padre le había dicho, Carolina se sintió un poco mejor. Se fue a su habitación y se dispuso a escribir acerca de su historia, tal y como su padre le había dicho. Y, al cabo de un rato de haber comenzado a escribir, se dio cuenta de que tal vez fuese mejor escribir la historia de su bloqueo, su depresión y de cómo su padre la había ayudado.
 Y aquí está. Gracias, papá.