“La música clásica me ha enseñado que sólo un estricto código ético, el
trabajo duro continuado y una devoción absoluta pueden convertir unos
pocos puntos inconexos en una obra de arte. Pero, para que la música
pueda sonar de verdad, cada instrumento debe ser tocado de forma
armónica y, los ejecutivos como yo, debemos cuidar cada detalle como lo
haría un director de orquesta.”
-Rufus Thorne. Presidente ejecutivo y portavoz de Global Trust Inc.-
Thorne se hallaba aquella tarde en su despacho escuchando La Pasión
según San Mateo de Bach, fumando un cigarrillo y reflexionando. No le
entraba aún en la cabeza cómo podía haber sido posible que Thor
Strindberg hubiera fracasado con el plan de desarrollo de la Compañía
para los próximos cinco años. Con su tozudez y arrogancia había
provocado una crisis, una verdadera catástrofe que Global Trust, el
principal suministrador de energía, materias primas y bienes industriales
del mundo entero, no podía permitirse. Y le había traicionado. Eso fue lo
peor de todo. No le cabía en la cabeza que ya no se valorase la lealtad de
los viejos amigos.
Rufus Thorne había moldeado a aquel hombre desde que lo conoció,
cuando aún eran los dos unos muchachos asustadizos que se
incorporaban a las filas de aquel gran Imperio Económico conocido como
Global Trust, el cual había sustituido a la mayoría de los Estados
Nacionales, cuando éstos comenzaron a derrumbarse como consecuencia
de la última gran crisis mundial. La traición era lo peor de todo, sí. Por
culpa de la traición, Thorne dejó la abogacía. Había pasado de ser un
prometedor miembro del Departamento Legal de Global Trust a ser un
ejecutivo más de la Compañía y con un enorme éxito, que le permitiría
subir en el escalafón, hasta situarse como mano derecha de la propia
Skylar Banes. Y lo hizo sin traiciones. Dejó la abogacía porque valoraba la
lealtad por encima de la legalidad. Hay quienes dirían que aquello era una
contradicción en sí misma, casi como el propio Thorne, pero quienes lo
conocieron a fondo, sabían que Rufus era un ejemplo de lealtad,
compromiso, trabajo duro y determinación. Nunca le echaba la zancadilla
a nadie, ni se aupaba a sus espaldas para medrar. A pesar de ser un
hombre ambicioso y duro como era, jamás había traicionado a nadie. Pero
Strindberg, era un caso aparte. Cómo era posible que un hombre al que
había considerado su hermano, lo hubiese apuñalado de aquella forma era
algo que no se explicaba. Le dolía más que el hecho de que hubiese
arruinado el Plan Quinquenal de Industria Pesada.
Thorne se hallaba pensando en todo esto en su despacho, mientras
escuchaba cantar a Judas de fondo. Tendría que darle una respuesta
convincente a Skylar y no iba a ser fácil. Él mismo se sentía como un
traidor hacia ella y la Compañía, pues creía que lo que había hecho
Strindberg era obra suya. Se sentía culpable por todo.
La llamada no se hizo esperar. Su comunicador se había encendido y su
tono porfiaba por imponerse sobre La Pasión según San Mateo. Thorne
bajó la música y cogió el aparato.
-Rufus, estoy profundamente decepcionada. Ya sabes que si hay algo que
odio es la incompetencia. – se oyó decir a Skylar Banes al otro lado.
Su imagen aparecía proyectada en el aparato. Tenía ojeras y se la veía
muy enfadada, mientras hablaba.
-Lo sé. Strindberg ha echado a perder el Plan Quinquenal. Es culpa mía.
Tendría que haber estado más encima de él.- respondió Thorne.
-No has hecho bien tus deberes con Strindberg, Rufus. Sabes que confío
ciegamente en ti. No es culpa tuya. Pero esto es una crisis y perderemos
millones de créditos. Por no hablar de la opinión pública.-
-Yo me hago responsable, Presidenta. Deme otra oportunidad y haré que
el Plan Quinquenal tome otro rumbo y despegue como es debido.-
- Por eso te he llamado. Supervisarás tú mismo el Plan Quinquenal, pero
será otra persona quien lo lleve a término.-
Thorne parecía un poco sorprendido y nervioso. Finalmente, preguntó:
-¿Quién es esa persona?-
-Alguien nuevo. Y lo cierto es que me recuerda a ti cuando empezaste en
la Compañía. Ambicioso y duro, pero justo. Encárgate de vigilarlo y
amoldarlo bien. Es tu última oportunidad. No me falles.-
Skylar colgó su comunicador y Thorne se quedó aún más pensativo.
Esperaba una buena reprimenda, incluso el despido por todo aquel
escándalo. Sin embargo, Skylar había sido muy parca en palabras. En
realidad, siempre era parca en palabras. Pero la había notado
comprensiva. Y todo aquel misterio con la nueva incorporación. No
entendía nada. Volvió a subir su música y encendió otro cigarrillo. Mirando
por la ventana de su despacho hacia el mar inmenso, sobre el que se
alzaba el crepúsculo; se puso a pensar, esta vez en las soluciones y no en
los problemas.